La Travesía del Pipeño invita a hacer un “salud” con el más tradicional de los vinos chilenos

Autor: Claudia Worner

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La Travesía del Pipeño

Con un corto período de fermentación en pipas o barriles de roble chileno nace el pipeño, un vino asoleado que se asocia al Valle Central, al Valle del Itata y tradicionalmente a Portezuelo. Desde el secano interior de Ñuble, el pipeño salió a conquistar el mundo primero como un vino arraigado en la tradición campesina, pero más recientemente popularizado a través de su incorporación a tragos como el terremoto. Hoy, con la revalorización de las cepas ancestrales, el pipeño arremete para develar su identidad y su tradición.

“El pipeño no tiene una definición de corte enológico, es más bien un concepto antropológico, una forma de hacer que está asociado a un paisaje, a prácticas vitivinícolas en común. Es un vino que reúne características organolépticas propias del lugar de origen, no existe otro vino en Chile que tenga más identidad que el pipeño”, indica Ignacio Pino, enólogo que presta asesoría al Servicio de Asistencia Técnica (SAT) de INDAP. Esto, dice, nos brinda un vino típico y asociado a la historia de la agricultura del valle central.

Esta historia es la que hoy están visibilizando cinco viñateros jóvenes, herederos de una tradición campesina ligada a las parras viejas, quienes junto a un chef dieron vida a la Travesía del Pipeño.

Travesía del Pipeño –Giuliano López (Borra Bar), Gustavo Riffo (Viña Lomas de Llahuen), Elier Ortiz (Viña Viejo Encino), Miguel Molina (Vinos TresC), Nicolás Uribe (Viña La Uribe), Jorge Cotal (Vinos Jorge Cotal) – nace al alero de estos jóvenes productores que tienen proyectos individuales y que se unieron en torno a la idea de potenciar el enoturismo en el Valle del Itata, rescatando la tradición de los vinos naturales de forma artesanal, junto a una historia ligada al desarrollo del pipeño.

Gustavo Riffo (Lomas de Llahuén) destaca la idea detrás de la agrupación: “Queremos rescatar lo que significa el pipeño para el Valle del Itata, que lo conoce, pero que no es bien visto; nuestro desafío es mostrar un pipeño bien hecho, un vino país que es el corazón del Itata, y así dar valor a una variedad que ha sido menospreciada y agregar a la vinificación el enoturismo, para que conozcan lo que estamos haciendo en las bodegas de la zona”.

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“Estamos haciendo un trabajo asociativo para desarrollar un vino en común. Para eso sacamos uvas de distintas partes, de Guarilihue, Portezuelo, y lo estamos guardando en los huevos de hormigón, que es un proyecto que logramos con INDAP”, cuenta Miguel Molina. Mientras, piensan en seguir creciendo, con la construcción de una bodega más grande, con características de bodega rústica, que se asemeje lo máximo a las antiguas bodegas de la zona, porque el objetivo es “resaltar al pipeño como ruta, como tradición.

Jorge Cotal, productor de Guarilihue y socio de la Travesía del Pipeño, destaca que la idea es agregar valor a la tradición, a la forma de hacer vino y a las cepas patrimoniales, principalmente país y moscatel de Alejandría. “El pipeño nos representa, es un valor intergeneraciones, y aunque no está considerado como un vino de buena calidad, queremos cambiar ese paradigma y enseñar que es un producto de calidad si se hace de buena forma, que es lo que estamos haciendo”.

La historia del pipeño surge de su paso por las pipas de madera chilena –generalmente raulí– que servían para trasladar los vinos. Por eso, para Travesía del Pipeño, el paso por madera chilena es insoslayable para lograr “un pipeño de verdad”, pero innovando en la guarda, al fermentar en raulí y guardar en huevos de hormigón, un proceso generalmente reservado a las llamadas cepas finas. “Así el vino adquiere una complejidad mayor y un sello de calidad”, indica Jorge Cotal, “con estos recipientes que le aportan y permiten que el vino muestre sus características, la tipicidad de la cepa país”.