Paula Añazco teje boinas gauchas para los mercados campesinos y alivia sus dolores al ritmo del acordeón

Autor: Cristián Morales

Zona Austral Mercado Turismo Rural Magallanes
Artesana Paula Añazco - Punta Arenas

Bailar una cueca al aire libre y con sombrero de huaso es un desafío perdido en Magallanes porque el viento se lleva todo. Motivo más que suficiente para elegir una boina que se amolde perfecta a la cabeza y que hoy es la preferida para aguantar el frío y evitar que se vuele. Sí, la misma que usa el gaucho en el arreo, en la doma de caballos o en la esquila de ovejas, una prenda que llegó de Europa a la zona hace más de 100 años y que ya es oferta esencial en los Mercados Campesinos de INDAP en la región.

Las características bien las conoce Paula Añazco (76), que hace cuatro años teje y teje boinas solo para los Mercados Campesinos que organiza INDAP. “Me sirve para ganar unos pesos y también es mi entretención, porque ya no puedo andar acarreando mermeladas a Punta Arenas ni sembrar. Las boinas son más livianas”, dice esta mujer campesina criada en Frutillar, pero que lleva ya más de 38 años viviendo en una pequeña cabaña ubicada a 12 kilómetros al norte de la capital regional, en el Loteo Vrsalovic.

Comenta que aprendió mirando y no tuvo otra opción. “Ya no podía hacer mucho esfuerzo físico. Tengo varias operaciones a la cadera y a la rodilla”, dice, mientras recorre su predio con un bastón, junto a sus perros Polo, Pata y Picha que le siguen de cerca los pasos. Y por ahí también asoman seis gatos.

Así fue como desaparecieron las lechugas, el cilantro, el perejil y las papas del huerto. Ahora en el pequeño lugar queda un invernadero roto y los rastros de una siembra que nunca más prendió.

Pauña Añazco - boinas gauchas

 

“Me afecta y tengo dolores, pero mi discapacidad es de antes. Tuve un accidente cuando fui niña y de ahí me vinieron todos los dramas, porque mi familia no me llevó nunca al hospital cuando era chica. Dicen que me caí y me rompí la pierna y la cadera, pero hay gente que dice que me cayeron… Yo no sé bien qué pasó”, suspira y ahoga sus penas en el acordeón. Su canción preferida: “Qué pena siente el alma”, de Violeta Parra.

Hacer una boina le puede llevar hasta dos días. Lo más difícil es el diseño y trabajar la lana cruda, en un ritual que es riguroso: lavar y escarmenar la lana, aislarla y luego tejerla e incluso, si es posible, volver a lavar esta prenda redonda, plana y que hoy es parte del folclor e identidad de la zona austral.

“Vendo solo en los Mercados Campesinos. Las señoras de la (agrupación campesina) Vírgenes de la Covadonga me invitan y siempre voy, es muy bueno y estoy muy agradecida por la oportunidad. Tengo una pensión básica, nomás, y en leña hoy es lo que más se gasta”, cuenta doña Paula.

De momento, teje y acumula boinas para tener disponibles al momento de abrirse nuevamente los Mercados Campesinos de INDAP. Las boinas de lana cruda las vende a 10 mil pesos y las con lana tradicional a 7.500 pesos. Según ella, son las mejores y más baratas de Punta Arenas.