Artesana chilota Raquel Aguilar recibió el Sello de Excelencia por sus "caracoles de quilineja"

Autor: Indap

Nacional Los Lagos

La cestera campesina y usuaria de INDAP Raquel Mariela Aguilar Colivoro (38), de la comuna de Quellón, fue galardonada con uno de los diez Sellos de Excelencia a la Artesanía Chile de este año por su obra “La Marisca de Caracoles”, conjunto de cuatro piezas elaboradas en fibra de quilineja, inspirada en la recolección de estos moluscos para el sustento de los habitantes del Archipiélago de Chiloé.

El premio es entregado desde 2008 por el Comité Nacional de Artesanía, que integran el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y la Pontificia Universidad Católica de Chile, y cuenta con el patrocinio de la Oficina Unesco en Santiago. Su objetivo es distinguir a los creadores según criterios de excelencia, innovación, autenticidad, respeto por el medio ambiente y potencial de comercialización.

La artesana vive en el sector Yaldad junto a sus padres, él carpintero y ella dueña de casa, además de agricultores; su esposo Cristian Pizarro, “un chilote de Castro que está aprendiendo a trabajar la tierra”, y su perro-hijo Pangue. El grupo familiar se dedica al cultivo de acelgas, papas y ajos chilotes y también a la recolección de choritos.

Raquel comenzó en la artesanía hace 18 años. Partió con la lana, luego siguió con fibras vegetales como ñocha, manila y junquillo y ahora está dedicada a la quilineja, la que conoció en el colegio a través de sus profesores, cuando analizaron cómo las generaciones anteriores habían perdido su lengua huilliche, costumbres y muchas tradiciones.

“Como parte de esa actividad usamos quilineja para hacer una pelota de linao, un deporte similar al rugby que antaño practicaban los hombres para que emergiera el espíritu guerrero y quedaran los más fuertes en el juego. Ése fue mi primer acercamiento con la quilineja”, cuenta la artesana.

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Rescate de una tradición

En 2002 realizó su primer trabajo con esta fibra, un traje del mitológico Trauco a escala humana, y luego siguió con figuras de ballenas, flores nativas, gallinas kollonka, caracolas y canastas de papas. Todo lo ha hecho en forma autodidacta, lo que -según dice- “me ha servido mucho, porque no copié nada y todo ha nacido desde lo profundo, con ensayo y error. Las demás fibras son más sencillas de trabajar y me sirvieron de base”.

Hoy es la única que realiza este tipo de tejido en Quellón. “Me enamoré de esta fibra porque es un producto noble, bello y oculto, que no se humedece ni se decolora. Es difícil de tejer y también de hallar, porque crece en los bosques más antiguos, por sobre los 100 años, y trepa por los fustes de árboles grandes, como la luma, el laurel, la tepa y el canelo”, dice Raquel.

Cuenta que recolecta la materia prima en un sector de Yaldad ubicado a 20 minutos en vehículo y luego media hora de caminata desde su casa. Lo hace con respeto a la naturaleza, con una luna perfecta y después de un día de lluvia. La fibra obtenida la comienza a tejer de inmediato para aprovechar su flexibilidad, labor que realiza completamente a mano. En verano trabaja en una pieza-taller y en invierno, en la cocina cerca del fuego.

En 2018 se integró a un proyecto de rescate de la quilineja y hoy varias de sus piezas están en Museo Regional de Ancud. Antiguamente esta fibra, por ser larga y resistente al agua y la lluvia, se usaba para hacer sogas, lazos y canastas. “Mis abuelos la tejieron, pero la generación de mis padres no lo hizo y yo tuve la inquietud de retomar la tradición”, comenta Raquel.

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Para hacer “La Marisca de Caracoles” que le valió el Sello de Excelencia dice que se inspiró “en una actividad cotidiana de la zona que es ir al borde del mar a recolectar mariscos para la alimentación: almejas, choritos y los caracoles, que me gustan por su forma bella y diferente. Hay mochuelos o palo-palo, negros y picuyes, este último más difícil de encontrar porque está en aguas profundas”.

El trabajo consta de cuatro caracoles de distintos tamaños -el más grande de 50 centímetros de largo y el más pequeño, de 13-, tejidos con fibras de diferente grosor y con técnicas tradicionales.

En su postulación al Sello Raquel contó con el apoyo de la directora del Museo Regional de Ancud, Marijke van Meurs Valderrama, y el encargado nacional de Artesanía de INDAP, Saúl Pérez, quienes patrocinaron su trabajo.

Un orgullo para Quellón

La ceremonia de entrega del Sello de Excelencia a la Artesanía Chile 2020 se hizo en forma virtual y fue encabezada por la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés. En esta versión también recibieron menciones honrosas las usuarias de INDAP Mariela Medina, de Colbún, por la obra de cestería “Conjunto Primera Comunión”, y Victoria Gallegos, de Chillán, con “Cantora y Tañador”, en cerámica negra.

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Este año se recibieron 204 postulaciones al Sello y los diez seleccionados obtuvieron un premio de $1.000.000, un certificado que avala la autenticidad de sus obras, la invitación preferente a ferias, la venta de sus trabajos en las tiendas de Artesanías de Chile y la postulación al Reconocimiento de Excelencia para Artesanías del Mercosur, entre otros beneficios.

El director nacional de INDAP, Carlos Recondo, felicitó a Raquel por su premio y por representar el talento y la cultura de Chiloé: “Como institución estamos muy contentos y orgullosos por ella, que comparte las actividades de la agricultura y el mundo rural en el lejano Quellón con este talento propio que es la artesanía en quilineja”.