Maestras cesteras de la ruralidad chilena muestran su arte en Ecuador con exposición “Tramas Compartidas”
Autor: Julio Díaz
Nacional Coquimbo Ñuble Los Lagos
Cuatro destacadas maestras cesteras campesinas de las regiones de Coquimbo, Ñuble y Los Lagos se encuentran participando en el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (CIDAP) de Cuenca, Ecuador, en la exposición “Tramas Compartidas”, donde además de exhibir sus trabajos en totora, trigo colorado, junquillo y quilineja también han encabezado talleres y conversatorios.
Este proyecto es financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (Fondart) 2025, el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) y el Museo de Arte Popular Americano (MAPA) de la Universidad de Chile, y las cultoras que están compartiendo sus saberes en Cuenca son Marta Godoy, de Ovalle; Celestina Gutiérrez, de la localidad de Liucura, en Quillón; Marisol Mancilla, de Ilque, Puerto Montt; y Raquel Aguilar, del sector Yaldad, en Quellón.
Ecuador y Chile están unidos por la cordillera de Los Andes, la costa pacífica y las vidas de personas sutiles con historias, problemáticas y aspiraciones compartidas. En ambos países hay tejedoras de fibras vegetales que llevan en sus manos antiguos conocimientos que las conectan con sus familias y comunidades. Sus territorios se han modelado por procesos históricos y socioculturales que han afectado la continuidad de las tradiciones artesanales, como el cambio climático: desaparecen especies vegetales, retroceden humedales, bosques y selvas.
Aquí y allá, estas mujeres cuidan semillas, plantas y ecosistemas, y se esmeran por entregar sus saberes sobre fibras, técnicas de tejido y teñido y el valor de su quehacer. “Tramas compartidas” es una iniciativa que busca visibilizar puntos de encuentro de saberes diversos a través de exposiciones paralelas en Chile y Ecuador, de obras de artesanas que crean entretejiendo fibras vegetales.
Las maestras campesinas chilenas que están en Cuenca dejando parte de este saber y hacer son las siguientes:
Marta Godoy es artesana diaguita y trabaja con totora, una fibra noble que crece a orillas de ríos, lagos y lagunas de agua dulce. La sequía ha hecho que escasee su materia prima y por eso ella resguarda con esmero su totora y su humedal. Con fibras delgadas hace los cordones que entrelaza y teje para crear sus obras, con técnicas ancestrales que se transmiten de una generación a otra y que ella heredó de su madre, Graciela Castillo.
Celestina Gutiérrez sembraba trigo colorado, especie alta que da una paja hueca, pero con los años los campos cedieron ante las forestales, las sequías se hicieron frecuentes y la semilla se perdió. La falta de materia prima y su bajo valor hizo que mucha gente abandonara esta artesanía. Ella es una de las pocas que continúa la tradición que aprendió de su familia. Rescató semillas de trigo colorado y las siembra para preservar la especie y el tejido en paja de trigo.
Marisol Mancilla trabaja con junquillo de los humedales y manila de los campos, fibras con las que hace canastos, paneras y alfombras, usando las técnicas de aduja, embarrilado y entramado. Su madre era de Ilque y su padre, de Huelmo, localidades con larga tradición en cestería. Hoy es artífice de un oficio transmitido por cuatro generaciones y cada una de sus piezas concentra saberes que resisten el paso del tiempo.
Raquel Aguilar recolecta la quilineja que crece abrazada a los troncos de tepas, lumas y canelos en el húmedo bosque chilote. En su familia había canasteras, pero ella no pudo aprender de su madre y lo hizo de manera autodidacta. Con su tejido recorre poéticamente las costumbres y mitos de su tierra e invita a valorar y proteger los bosques y su oficio.