Familia Madariaga mantiene vivo el canto a lo poeta: ahora recolecta los versos de la pandemia
Autor: Indap
Nacional Valparaíso
“La pandemia de Covid-19 ha sido una etapa dura de enfrentar, porque nos ha alejado de nuestros amigos del arte campesino y de los escenarios”, dice Arnoldo Madariaga López (55), quien junto a su padre, Arnoldo Madariaga Encina (86), y su hija, Emma Madariaga Valladares (19), integra la familia de cantores a lo poeta Los Madariaga, distinguida en 2017 como Tesoro Humano Vivo.
El canto a lo poeta es una manifestación cultural y devocional de la zona central del país que llegó a América hace alrededor de 400 años con los jesuitas -en otros países a sus cultores se les llama trovadores o repentistas- e incluye el canto a lo divino, el canto a lo humano y la popular paya, que se interpretan con toquíos de guitarra traspuesta y guitarrón chileno.
Madariaga López explica que el canto a lo divino “es un ritual que se realiza para las vigilias, velorios, novenas y alojadas, donde un grupo de cantores forma una rueda en torno a una imagen religiosa rodeada de velas e interpreta toda la noche versos en décimas, aprendidos de memoria, sin libreta ni pauta, sobre pasajes bíblicos, temas espirituales y la paz en el mundo”.
“El canto a lo humano es sobre todo lo que nos rodea y pueden ser versos por exageración, por travesura, por amor (fino, estrafalario, hortelano o astronómico), el mundo al revés, anécdotas y aportes de la contingencia. La paya es una palabra quechua que significa duelo; es improvisada, pero tiene una tradición, un oficio y una estructura, no es rimar cualquier cosa”, agrega.
La familia Madariaga, que vive en el sector Chacarillas de la comuna de Cartagena, a 40 kilómetros del popular balneario de la Provincia de San Antonio, también se dedica a divulgar su arte a través de talleres para niños, jóvenes y adultos, a raíz de lo cual en 2017 recibió el Premio a la Trayectoria en Cultura Tradicional Margot Loyola. Sin embargo, la crisis sanitaria congeló sus proyectos.
“El canto es una herencia. Yo no me conozco no cantando; cantarle a la vida, expresar a través del canto, es parte de mi amor, de mi pasión. Uno se enamora del canto y no lo deja jamás. Pero aparte de eso nuestro afán es transmitirlo a otras generaciones. Hasta el año 2020 llevábamos con mi papá dos décadas enseñando y la pandemia nos cortó todo”, se queja Madariaga López.
“Con el encierro mi padre está más lento, pero sigue vigente. No salir a cantar y no tener contacto con la gente lo afectó, porque le gusta entregar su sabiduría. Emma entró este año a la Universidad Católica de Valparaíso a estudiar pedagogía en música, pero solo ha tenido clases virtuales. Ella y yo hemos tenido actividades online, como una reciente vigilia en honor a San Alberto Hurtado por el Mes de la Solidaridad, pero todo gratuito”, dice el cantor.
También lamenta no haber podido asistir a los velorios de dos destacados y queridos camaradas de oficio, Francisco Astorga Arredondo y Santiago Varas Yáñez: “nos dolió mucho no poder darles el adiós, nos perjudicó anímicamente, pero la vida tiene que continuar”.
Un proyecto que lo tiene entusiasmado y que está haciendo a puro ñeque es un cuaderno peregrino que está rotando por las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O’Higgins para recopilar los versos de los cantores sobre la pandemia. “Además hay interés de comunidades de Argentina, Colombia, México y Perú por sumarse y estamos enviando cuadernos vía aérea para que recorran esos países”, comentó.
Como pequeño agricultor e integrante del Comité de Agencia de Área de INDAP, Madariaga López también está viviendo los efectos de la dura sequía que afecta a la zona de secano donde vive, a los pies de la Cordillera de la Costa: “Hay vecinos a los que les están trayendo agua desde el municipio para su consumo y nosotros tenemos una noria a la que solo le sacamos 10 minutos de agua al día. Es duro, pero pese a todo no cambiamos el campo y seguiremos haciendo patria como sea”.
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