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Artesana Paula Carvajal confecciona muñecas de origen diaguita para el bienestar de las mujeres
La panadera es para las mujeres reflexivas, que amasan sus ideas antes de concretar un proyecto; la lavandera, para las que hacen limpieza espiritual o de la casa, como las asesoras de hogar; la pastora, para quienes guían grupos: líderes, jefas, dirigentas; la yerbatera, para las que trabajan en el área de la salud; la cocinera, para aquellas que expresan su cariño a través de la comida.
Estas son algunas de las muñecas protectoras de la salud femenina que Paulina Carvajal, Palinay (hermana Pali), confecciona a mano, tal como hacían sus antepasados diaguitas, en la localidad de San Félix, a tres horas de Copiapó, en el Valle de Huasco. Se trata de una antigua tradición que ella decidió rescatar hace poco más de 15 años, luego que encontró una de estas figuras en San Pedro de Atacama, de origen boliviano, y se la llevó de regalo a su madre.
“Ella la quedó mirando fijamente durante muchos minutos y no decía nada. Pensé que no le había gustado el obsequio. Después de un rato le pregunté y me dijo que la muñeca le trajo recuerdos de su abuela Pascuala, que era diaguita de Tucumán, que se estableció en el Valle de Huasco con su familia y que fue quien la crió junto a una tía. Mi mamá recordó que estas muñecas se hacían en su casa y decidí rescatar esas raíces”, cuenta Palinay, quien es usuaria del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP).
Fue así como comenzó a fabricar a mano, uno por uno, estos amuletos que representan distintos tipos de mujeres, siguiendo todas las indicaciones que le daba su madre y que ella hoy también les transmite a su hija Javiera y a su pequeña nieta de 3 años Amanda. “La leñadora es para personas que hacen trabajos duros, que tienen muchas responsabilidades; la recolectora, para quienes salen todos los días de su casa a buscar el sustento; la tejedora, para quienes se desempeñan en labores creativas, arte o manualidades”, afirma mientras sigue contando su historia.
Para elaborar sus creaciones, la artesana, que creó el emprendimiento PALINAY MUÑECAS INDÍGENAS, emplea retazos de telas, lanas y cueros que cose con puntada diaguita, usando una aguja grande que simula los huesos que antaño ocupaban sus antepasados. A cada una le añade objetos, detalles y semillas, y le da una misión: “Le digo que será la protectora de quien se la lleve. Por eso, una vez que alguien la tiene, no puede dejar que nadie la toque, porque es algo de uso muy personal”.
Además de la forma y de los ojos cerrados, similares a las cerámicas diaguitas, el relleno de estas muñecas también es especial. Se usan hierbas aromáticas y medicinales que Palinay y su grupo familiar recolectan en su huerta, en las montañas cercanas y a orillas del río, como cedrón, palto, romero, eucaliptus, lavanda, salvia, berraco, yerba buena, laurel y menta, y que luego ponen a secar a la sombra.
“Antes de usarlas les pido perdón por cortar sus ramas y les doy las gracias por estar en la naturaleza y por permitirme ayudar a dar salud a otras personas”, dice Palinay. Luego sigue un ritual que va desde entonar canciones mientras elabora la base de estas pequeñas patronas de la salud hasta concentrar sus energías en las destinatarias: “Le entrego buenos deseos para ella y para la casa a la que va a llegar, y le asigno sus tareas de protección”.
Cuenta que para sentir el bienestar de estas figuras de paño y yerbas hay que sacarlas de sus cajas de madera, abrazarlas y sentirlas como si fueran amigas que trasmiten tranquilidad, consuelo y alegría. “Lo principal es tenerles mucha fe y apapacharlas cuando se tengan dolores del cuerpo o penas del alma. Su aroma hará el resto”, afirma.
Actualmente Palinay, que también produce conservas con frutas de su zona (membrillo, naranja, pera y guayaba), comercializa estos amuletos en ferias campesinas e indígenas con apoyo de INDAP, en tiendas de Copiapó y a través de pedidos directos en el fono +56 9 6275 8198.
“Estas muñecas son una de las tradiciones familiares más valiosas que he heredado de mis ancestros y hoy las comparto con quienes necesiten salud y cariño”, expresa la artesana, mientras continúa con sus reseñas: “La investigadora es para quienes les gusta estudiar; la guerrera, para las que cuidan de sus hijos o defienden a las personas: abogados, dirigentes sindicales; la aguatera, para aquellas que hacen el bien y están preocupadas de calmar la sed de otros; la viajera, para las que aman estar en movimiento, ya sea por placer o por trabajo…”.

Wayra: Vino elaborado sólo por mujeres y en forma 100% artesanal en la provincia de Choapa
Wayra (viento en lengua quechua) es el nombre que Alejandra Molina eligió para el vino artesanal que, en tres variedades -blanco seco, fuerte y frutoso-, produce junto a su madre en su parcela de 2 hectáreas ubicada en la localidad de Coirón, a mil metros sobre el nivel del mar, en la comuna de Salamanca.
“Por la altura, el viento acá es fuerte, por eso quise denominar al vino con algo que identifique el lugar donde se produce. Es un sector muy bello y rico en cultura, ya que mis parras están rodeadas con petroglifos pertenecientes a los diaguitas, molles y hasta incas. Eso hace que el vino tenga un componente místico”, dice Molina, que ha desarrollado su emprendimiento con apoyo de INDAP.
La productora no es una campesina oriunda de la zona, sino que una fotógrafa profesional que, por razones de trabajo, conoció el lugar donde hoy desarrolla su proyecto de vida: “Llegué al Valle de Choapa, un lugar verde que me enamoró. Por eso me quedé aquí, en un terreno que adquirí y que tenía parras de uvas pisqueras. Al comienzo perdimos mucha producción y debimos buscar una opción para revertirlo. Así decidimos darle valor agregado a lo que teníamos y nació Wayra”.
El vino es elaborado exclusivamente por las manos de madre e hija. “Está hecho por mujeres y para mujeres, particularmente el frutoso, que tiene un sabor suave y dulce y puede ser consumido como aperitivo o bajativo”, dice Molina.
Agrega que las tres variedades de vino se comercializan en un formato de 500 cc, principalmente en ferias locales y mercados organizados por INDAP, que también las invitó a participar en la Expo Región Coquimbo 2018. “Gracias a esta institución hoy cuento con un tranque para almacenar agua y estamos trabajando en una segunda etapa para instalar riego por goteo, lo que hará que mi labor sea más rápida y cómoda”, apunta.
Compenetrada en su labor de campesina, Molina también produce mermeladas y pan integral con toda la identidad de la pequeña localidad de Coirón. Contacto: alimolinas@gmail.com.